La regla de los tres segundos

Édgar MT
4 min readJul 14, 2024

--

¿Qué haces hoy?, quiero hablar contigo. Me dijo en un mensaje. Nada, ¿dónde nos vemos? Le escribí.

Mientras esperaba su respuesta, entré a la cocina, tomé el cuchillo y emprendí la tarea de partir en cuadros una manzana verde. Decidido a comerla con yogurt natural y linaza. Estoy apunto de cumplir treinta y seis años y debo consentir a mi microbiota intestinal, según he aprendido más de videos en internet que, por supuesto, de un médico experto.

El vigor que puse en el ritmo al cortar, debió estar tan preocupado por demostrar la juventud que se me escapa, que lanzó un pedazo al vacío: parte blanca y jugosa sobre el piso, cáscara verde intacta. Qué pesar. La levanté, pero antes de tirarla al bote de basura orgánica pensé en mi padre.

Son defensas. La regla consiste en levantar cualquier comestible que haya caído al piso, antes de que transcurran tres segundos. No pasa nada, la panza hace magia cuando comemos mugre y la transforma en sabiduría, te digo.

La regla de los tres segundos, o cuatro, o cinco, según quien lo enuncie.

Mi papá no será científico, ni médico, pero es un señor muy sano a pesar de comer como come y sobre todo, muy seguro de sus ideas. Yo por mi parte disfruto honrar sus ocurrencias y convenientemente decidí meterme a la boca ese gran pedazo de manzana. Delicia crujiente. Son defensas, me dije en voz alta.

No sé, vamos a algún café. Muy bien, a las siete podría ser. De acuerdo, perfecto. Acordamos.

Me comí mi tazón de manzana con yogurt, linaza, chia y miel de agave, sin ningún otro inconveniente.

A las siete y cinco, le compartí dónde estaba y a las siete y diez por fin nos encontramos. Nos abrazamos, me detuve a husmear el olor de su cuello y aunque no es igual al de la vez anterior, identifico claramente que huele a él. No recuerdo si me besó, pero es muy probable.

Entramos a un café, ordenamos un americano y un latte. Con leche de soya, por favor. La mesera mal encarada hizo que nos preguntáramos cosas como: ¿Crees que le escupan a las bebidas? y si es así, ¿se habrán lavado los dientes? Por supuesto, nos reímos, porque eso solemos hacer juntos. Incluso algunas veces hice trampa y le provoqué cosquillas nomás para verlo reír. Pero cuando un chiste aterriza más o menos bien para pintarle una risita, ya sin trampa, entonces siento que gané.

Le conté de mi jornada de trabajo y él a mí otras cosas que no recuerdo porque me concentré en verlo dar tragos ridículamente chiquitititos a su café y, principalmente, en encontrar el momento para preguntarle, más serio que nunca, ¿cuál es la razón por la que me citaste?

Lo que dijo antes fue un prólogo brevísimo que ya olvidé. Le tomó un sorbo largo de café para comenzar de verdad, mucho más de lo que a mi paciencia le hubiera gustado soportar.

Ahora que estamos saliendo, siento que hay información importante por aclarar. Tengo una relación abierta. Ahí en mi perfil lo puse, por eso asumí que lo sabías, sin embargo me parece necesario mencionarlo activamente, me dijo.

Lo que dijo después es parcialmente verdad, o mejor dicho, es una verdad que me suaviza otra:

Me gustas mucho, mucho más de lo que esperaba y quiero seguir viéndote, pero antes me gustaría saber qué piensas.

Antes de responder me concentré en escuchar lo que yo creo que me dijo sin decirme: Tengo una relación abierta. Puse esa información a tu alcance pero tú no la leíste, decidiste ignorar. Tu culpa está en tus ganas de ver solo lo que quieres ver.

Así de inmovilizado, no supe pedir detalles, nombres, fechas; lo único que atiné a hacer, fue contarle mi encuentro con la manzana, mi papá, la mugre y las defensas. Él se rió y me contó otro: Tengo una tía que se comió un pedazo de mango que previamente cayó al piso y sentenció molesta para evitar cualquier tipo de juicios: ¿Qué tiene de malo?,¡para todo hay medicina!

Mi papá confía en que el cuerpo humano construye inmunidad infalible ante cualquier ataque y su tía en que, existe un tratamiento medico para librarte de cualquier padecimiento.

Lo siguiente, curiosamente, es lo más claro y absoluto que he enunciado nunca. Le dije que por ahora no tenía claridad de absolutamente nada, y que, al igual que él, o tal vez con mucha más fruición, lo quería seguir viendo y además besando y haciendo reír, con trampa si es preciso.

Una especie de resignación existió al aceptar el riesgo. Cuántos invitados inesperados habitaron en mí. Cuánta alerta causaron, cuán combativa fue mi microbiota para encontrar antecedentes, registrar historial. Determinar de entre mis experiencias pasadas, qué defensas actuaron para impedir que esto me enferme.

Decidí tomar la sabiduría de la manzana y el mango, validarla incluso sin masticar. Son defensas y si no lo fueran, de cualquier manera, para todo hay medicina.

--

--

Édgar MT
Édgar MT

Written by Édgar MT

Pintor e Ilustrador autodidacta. Aprendiz de escritor. GDL. www.edgarmt.com

No responses yet